Carletto
ha entrenado al Real Madrid dos temporadas. Ha logrado una Copa del
Rey, una Supercopa de Europa, un Mundial de Clubes y la ansiada Décima
Copa de Europa. No está mal.
En su primera temporada, Carlo
no se cansó de solicitar para su equipo "equlibrio" (pronúnciese
"ecuilibrio"). Y lo logró. Ese equilibrio del que tan bien hace gala él
mismo. Porque Ancelotti es un hombre relajado, que recibe una botella de
nitroglicerina y te devuelve una gaseosa. El que comenta que disfruta
en su hogar con una buena música relajante tras la vorágine de un
partido.
Hubo un cierto
run-rún hacia la gestión con la que Carletto manejaba las rotaciones.
Se vio que el equipo llegó cansado, muy cansado, al final de temporada.
Si finalmente venció en Lisboa fue gracias a Sergio Ramos y a que el
Atlético de Madrid -con una plantilla más corta- apareció en la Final aún más agotado que sus rivales capitalinos.
Verano
de 2014. Comenzó el curso con seis títulos en juego. De los tres
primeros (los menores) se ganaron dos: Supercopa de Europa y Mundialito
de Clubes. La Supercopa de España se perdió ante el Atlético. No se le
dio más importancia.
Un Madrid lanzado estuvo
extraordinario en la primera fase de la temporada. Sin embargo, tras el
parón navideo, el Valencia le devolvió a la realidad. Desde aquel
partido en Mestalla, el Madrid encadenó resultados mediocres. Fue
eliminado por el Atlético de Madrid en Copa y a punto estuvo de hacerlo
el Schalke 04 en Champions.
Todo esto para llegar al
Camp Nou. Se perdió 2-1. En ese momento se dijo adiós a la Liga. Quedaba
la Champions. Bien en Cuartos frente al Atlético (otra vez).
Las Semifinales se prometían felices pero un ex, Morata, dio por finalizado el periplo europeo de los blancos.
La
eliminación de la Champions desencadenó la tormenta. Todo el crédito de
Ancelotti se vino abajo. El hombre tranquilo, el estratega, el
"gentleman", el gestionador de vestuarios más competente desde la era
Del Bosque, está en entredicho.
Gran parte del
Madridismo, y no pocos directivos también, verían con buenos ojos un
cambio en el banquillo. Gusta Jürgen Klopp. Un histriónico entrenador
alemán (muy simpático por cierto) que vendría a dar un aire nuevo al
vestuario.
Son las alharacas de lo nuevo. El regusto
por tumbar lo sencillo, lo natural y por qué no decirlo, lo amable. Se
desecha a Ancelotti por no ganar ninguno de los tres títulos mayores. Se
le critica que en partidos con menos trascendencia no haya hecho
rotaciones. (Jesé, Chicharito, Nacho, Arbeloa, estaban esperando en el
banquillo).
No se tiene en cuenta que el italiano no
contó gran parte de la temporada con Modric, con James y con Benzema.
(Además de un desparecido Khedira con pie y medio en Alemania).
Sería
un grave error dejar marchar a Ancelotti y volver a repetir la
equivocación que ya se produjo con Del Bosque. Un entranador sin el
glamour de los Galácticos. Aquél que unos años más tarde consiguió ganar
un Mundial al frente del mejor equipo, algunos dicen, de todos los
tiempos.
Carletto, mientras tanto, espera en su lujosa
casa a que se ilumine su teléfono con el nombre de Florentino. No creo
que el presi tropiece otra vez en la misma piedra y ahora sí, mantenga
al italiano al frente de un Real Madrid que si bien no ha logrado sus
objetivos, se ha acercado a ellos hasta casi tocarlos.
El
más que posible triplete del Barcelona escocerá a los madridistas más
que nunca. Habrá que aguantar. Ancelotti debería continuar, es un valor
seguro. Tan seguro como que el italiano, cigarrito en mano, soñará
esperando en su sillón favorito, con su música relajada, su sonrisa
eterna y su sempiterna ceja levantada a que el césar blanco muestre el
pulgar levantado hacia el cielo de Madrid.